Son las 7 de la mañana y acaba de sonar el despertador. No hacía falta, porque llevamos ya un buen rato sin dormir: el ruido de la lluvia sobre el dobletecho de la tienda y las rachas de viento nos han dado la nochecita.
Ayer, después de nuestro día de “descanso” (colgados en el parque de cuerdas), habíamos planeado intentar llegar hoy temprano a Toulousse para que nos diera tiempo a visitarlo tranquilamente por la tarde. Por delante, cuarenta y muchos kilometros (que terminaron siendo cincuenta y tantos) y una predicción de lluvia del 100% durante toda la mañana.
Lo piensas durante un momento, y parece que, al igual que la ropa, la tienda, las bicis y el casco . . . el ánimo tambien se te humedece un poco. Viajar en bici, acampando y con este tiempo tan inestable, es a veces un poco duro.
Dudas, hasta que en un momento piensas en el viaje, en la aventura, en la experiencia al fin y al cabo que significa para todos nosotros vivir este viaje tan especial. Estan siendo muchos momentos de todo tipo que se van quedando en un rinconcito de cada uno de nosotros. Compartiendo, conociendo, riendo, jugando, haciendo tareas, sufriendo un poco a veces, superando dificultades . . . y la verdad es que, estaré quizás equivocado, pero ninguno de estos verbos me suenan mal dentro de nuestros hijos. Viajar así, es mas real, más completo, mas educativo . . . . y más difícil.
Así que como habiamos hablado, en menos de una hora y sin que dejara de llover, recogimos, desayunamos y comenzamos a pedalear entre los árboles a cada lado del canal.
- ¿ A que jugamos?
- A los personajes!
- Es un animal, sale en la tele . . . .
- Celia! pedalea al lado del tandem que si no no te oímos bien!
Mientras juego con ellos, miro mis piernas que brillan empapadas por la lluvia que no deja de caer. Los miro y ni se enteran… se están haciendo fuertes.
Empapados pero contentos, conseguimos el objetivo y comemos en Toulousse. Por la tarde, paseo por la ciudad.
Hoy ha sido un buen día.
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